EVALUACIÓN,
ÉTICA Y PODER
Capítulo I. El evaluador en la
sociedad
El autor
rescata la importancia de la evaluación de los programas públicos en las
últimas décadas, debido al relieve social que transforma, justifica o
desacredita los programas públicos. Por lo tanto, la responsabilidad moral en
la evaluación es motivo de reflexión. La evaluación es un elemento de ayuda
para poder elegir en un mundo donde la misma opción se ha convertido en un
problema. Al conducir a una opinión fundada de que algo es bueno conlleva a un
juicio acerca del valor de algo. Al ser comparativa, debe contemplar una
serie de normas y una clase con que
comparar el objeto de evaluación para deducir en qué grado satisface las
normas. Ante esto, surgen diversas interrogantes sobre el proceder del
evaluador, ya que existen muchas personas con intereses personales en los
resultados de la evaluación.
Comentario:
En
concordancia con el autor, la posición del evaluador debe contemplar la
justicia y la responsabilidad moral durante el proceso y al arrojar los
resultados en el informe, debe estar claro en su papel de orientador, ya que el
proceso es complejo y contempla muchas aristas. Debe incluir un proceso dialéctico, y tomar en
cuenta que las normas pueden ser contradictorias, por lo que el análisis del
contexto es imprescindible. Asimismo, el evaluador, debe estar consciente de la
manera en que utiliza las expresiones y recordar que los juicios de valor son
más que todo recomendaciones, sin dejar de lado la tarea de hacer que su
trabajo sea creíble, veraz y justo. A lo que surge la interrogante de ¿Cómo
lograr esto? ¿qué actuación es la correcta durante el curso de la evaluación y
para la presentación de resultados?. Se corre el riesgo de parcializar, de
manipular la evaluación hacia los intereses de quien la contrata y es ahí donde
el evaluador debe recordar su responsabilidad moral para que los resultados
arrojen todo aquello que está mal con la finalidad de que se pueda mejorar en
beneficio de todos los participantes del proceso. Debemos estar conscientes de
que el propósito de toda evaluación no sólo es hacer un diagnóstico por hacerlo
sino que debe conducir a mejora lo existente. Se invierten muchos recursos,
mucho tiempo y en muchas ocasiones los resultados se quedan en el papel o se
emplean para otros fines ajenos al mejoramiento de la situación objeto de
evaluación.
Capítulo II. Los enfoques principales
Existen
diversos enfoques de evaluación que pueden agruparse en pocos tipos básicos,
que representan fundamentos racionales explícitos. Sin embargo, no se deben
identificar como propios de ninguna
persona determinada. Así tenemos los siguientes: Análisis de sistemas,
Objetivos conductuales, Decisión, Sin objetivos definidos, Crítica de arte,
Revisión profesional, Cuasi-jurídico, Estudio de casos.
Estos
enfoques son tipos idealizados, utilizados para aclarar el pensamiento en este
campo, cada uno presenta caracteres exclusivos. Lo anterior permite
conocer la inmensa mayoría de las
evaluaciones que se realizan en la actualidad, lo que no significa que cada
evaluación adopte exactamente la forma
de cada uno de los tipos de enfoque. El esquema de clasificación estriba más que todo en su
validez como en su utilidad para comprender la evaluación.
Capítulo III. Premisas en que se basan
los enfoques
Todos los
enfoques de evaluación se basan en variaciones de las premisas del liberalismo,
o de las concepciones de la democracia liberal. Los modelos difieren entre sí
cuando cambian las premisas básicas. Los modelos vigentes se derivan de la
filosofía del liberalismo, sus diferencias se deben a las desviaciones de la
corriente principal Los elementos principales para comprender los enfoques son
su ética, su epistemología y sus
derivaciones políticas. Los enfoques asumen un mercado libre de ideas en el que
los usuarios compran las mejores, por lo que comparten las ideas
correspondientes a una sociedad mercantil, competitivas e individualista,
siendo la idea fundamental la libertad de elección, se fundan en una psicología
muy individualista y su orientación es rotundamente empirista.
Comentario capítulos II Y III:
Cualquiera que sea el enfoque de evaluación, se
hace ante la necesidad de evaluar algo, un programa, un proyecto, un currículo,
un plan de estudios, un proyecto educativo de centro, con la finalidad de realizar
un diagnóstico acerca de la situación actual. El problema es que el evaluador
queda sujeto a los intereses de quienes pagan dicho proceso. Al contemplarse
los enfoques dentro de un mercado libre, las dimensiones éticas y políticas
adquieren relevancia, ya que muchas
veces los resultados no conllevan a la mejora del objeto evaluado y se
pierde el valor de esta como instrumento
transformador. Al respecto es importante cuestionarse acerca de ¿Cuál es la
utilidad que tienen los procesos de evaluación que se llevan a cabo en el
ámbito educativo en nuestro país? Lo anterior en razón de que la mayoría de las veces se reducen a datos en
el papel sin ningún cambio como producto de los mismos. Es importante que el
evaluador insista en la importancia de los procesos de evaluación como
oportunidades para transformar y mejorar en pro del bienestar de la sociedad.
Capítulo VII. La democratización de la
evaluación
El autor
hace referencia a la evaluación democrática liberal, la cual debe considerar el interés social y público por encima de los
intereses privados de los individuos. Lo anterior debido a que la sociedad
democrática liberal se concibe como un
mercado competitivo en el que se favorece la libertad de elección, lo que
provoca desigualdades y el evaluador puede caer en la manipulación de la
evaluación hacia los intereses de quien la contrata. El evaluador es un
intermediario en los intercambios de información accesible a los no
especialistas. Representa un grupo de intereses y no es posible que haga un mal
uso de la información. En las evaluaciones, los grupos no solo se quejan de que
sus intereses no queden reflejados sino de los sesgos por instrumentos y
análisis inadecuados,
Comentario:
Según House
(1997) en una sociedad liberal, las personas se ponen de acuerdo sobre los
procedimientos y no sobre los resultados, por lo cual la evaluación como
procedimiento de decisión moral debe procurar llegar de antemano a un acuerdo
sobre lo que será la evaluación para poner las reglas de juego y que sea
equitativo, siendo el contrato social un instrumento para asegurar la equidad.
En concordancia con esta posición, el
contrato es una buena medida para asegurar los términos de la evaluación y para
determinar la ruta a seguir, ya que estos procesos son complejos y si no se
prevén pueden surgir motivos de discordia en el proceso, Por lo tanto, el
evaluador, previa negociación entre partes,
debe asegurarse de incluir en el contrato los aspectos que considere
necesarios para un buen término. Sin embargo surge la inquietud acerca de ¿Cómo
proceder si en el camino surge
información de algún aspecto que no fue previsto en el contrato, pero cuyos resultados develan situaciones que necesitan mejorarse o que están mal
llevadas? Aquí entra en juego el dilema ético que debe enfrentar el evaluado;
así como sus habilidades de negociador para lograr que se haga un buen uso de
los resultados de manera que se beneficie la mayoría.
Capítulo VIII. Un contrato de
evaluación equitativo
El
contrato es fundamental en una
evaluación de manera que se garantice la equidad en relación con las
obligaciones en el proceso de evaluación, y que afecta prácticas, sistemas e
instituciones.
Entre las
condiciones para que un contrato equitativo, House (1997) cita las siguientes:
-Ausencia de coerción
-Racionalidad
-Aceptación de los términos
-Acuerdo conjunto
-Desinterés
-Universalidad
-Interés comunitario
-Información igual y completa (para
todos los participantes)
-Sin riesgos
-Posibilidad (para llevarse a cabo)
-Contar con todas las opiniones
-Participación
Comentario
Una manera de procurar la equidad en
los procesos de evaluación en las sociedades liberales , de acuerdo con House
(1997) es mediante el contrato de evaluación, el cual debe cumplir con ciertas
condiciones, además de ser vinculante a
menos que se contraponga con los deberes naturales o principios morales,
llegando al punto, en estos casos, de rescindirse. Algunos otros autores, como
Tyler (1976) o Care (1978) tienen puntos de vista diferentes respecto de esto,
ya que para el primero, deben respetarse la información contenida en el
contrato, y para el segundo, los resultados del acuerdo están bien si se han
cumplido las condiciones de equidad en la mayor medida posible. Pero, ¿qué
posición debe tomar el evaluador si los resultados de la evaluación arrojan
información sobre un aspecto que no está contemplado en el contrato? Ante esto,
es importante que tanto el evaluador
como el evaluado lleguen a un acuerdo de respetar los resultados de la
evaluación siguiendo los principios de justicia aun cuando no se haya
establecido en el acuerdo del contrato.
Capítulo IX. Poder y
deliberación
La mayoría de las evaluaciones se
sitúan entre ambos extremas de influencia y poder, pero la mayoría,
especialmente las evaluaciones gubernamentales
tienden al paternalismo.
Para que la evaluación de los
programas públicos sea válida, debe contribuir a la justicia en la sociedad en
general. Para el autor, una adecuada justicia
tendría en cuenta los valores de igualdad moral, autonomía moral,
imparcialidad y reciprocidad. La manera
de sopesar estos principios, afirma el autor, es intuitiva, ya que sirven como
consideraciones primarias a sopesar y equilibrar en una situación determinada,
a menos que entren en conflicto y haya que decidir que uno tenga mayor
importancia que otro.
Comentario:
De acuerdo con el autor, la evaluación
de los programas públicos debe contribuir a la justicia de la sociedad en
general, para lo cual debemos considerar el bien colectivo sobre el bien
individual, por lo que los valores propuestos como fundamento moral de la
evaluación deben ser discutidos, a la luz del liberalismo en que vivimos y que
considera a los individuos interesados
en sus propios fines, en que las relaciones no son obligatorias ni necesarias,
sino voluntarias. Por lo tanto, una
interrogante válida del autor que nos hace reflexionar es acerca de ¿Qué le
ocurre a los perdedores en tales procedimientos? ¿Cuál es nuestra
responsabilidad con los perdedores?. Es ahí donde el evaluador debe defender la
evaluación deliberativa, imparcial, responsable en que se hallen
representados todos los intereses y no esté determinada por grupos de poder
mediante la persuasión a los participantes acerca del estado de la cuestión.
Esto es algo difícil en muchos casos, de ahí la importancia de pensar en todos
los involucrados en el proceso y tomar las mejores decisiones para favorecer
siempre la mejora, pero tomando en cuenta todos los involucrados y procurando
analizar todas las aristas.
Referencias
House, E. R. (1997). Evaluación, ética y poder. Madrid:
Ediciones Morata.
una consulta, tienes el capitulo 4, 5 y 6. Los necesito gracias :)
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